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La mujer trabajadora en la ciencia durante la pandemia

  • Foto del escritor: mujerestrabajadora
    mujerestrabajadora
  • 28 ago 2020
  • 4 Min. de lectura

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Por Flor Sánchez


La situación de la mujer trabajadora en la ciencia se puede abordar desde diferentes perspectivas. Una de ellas es desde el tema del presupuesto en México para el área de ciencia y tecnología pues recordemos que con el inicio de este gobierno hubo un recorte del 13.6% del presupuesto destinado a ciencia y tecnología en 2019 y para este 2020, el incremento con respecto al 2019 fue de solamente 0.2%.


Como se puede ver en la gráfica de abajo, los dos últimos años han sido los más afectados pues se cuenta con poca inversión para ciencia y tecnología. Esta falta de presupuesto no sólo afecta al desarrollo del país, sino además a los investigadores consolidados y a los estudiantes de posgrado que en algún momento se convertirán en investigadores.



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¿Cómo afectan estos números a los investigadores y a los estudiantes de posgrado específicamente en esta pandemia?


En principio, afecta por igual tanto a hombres como a mujeres de ciencia al no garantizar que se cuente con los recursos necesarios para desempeñar el trabajo en el laboratorio. Más importante aún, que no se cuente con los medios, la tecnología y la infraestructura necesaria para abordar una pandemia como la que estamos viviendo; y ya no hablar de la divulgación científica que permitiría mantener informada a la población para no caer tan fácilmente en la desinformación.


La investigación científica y el desarrollo del trabajo en un laboratorio científico como tal son un trabajo, altamente calificado, pero trabajo al fin. Al ingresar a desarrollar un proyecto de investigación de posgrado firmamos un contrato con CONACYT, recibimos un sueldo al cual se le llama “beca” y cumplimos las cláusulas específicas del contrato como en cualquier trabajo. Sin embargo, con el pretexto de catalogarnos como “estudiantes”, no contamos con los derechos de un trabajador como son prestaciones, seguro de gastos mayores, aportación a programa de vivienda, seguro médico sin restricciones, acumulación de experiencia, etc., pero sí, en dicho contrato se nos especifica la cláusula de exclusividad.


Para hacer uso del seguro social (issste) no se nos permite sacar un carnet como a los demás derechohabientes, más bien cada que uno asiste a una clínica el issste, para poder ser atendido, debe hacer el trámite de alta al momento. Así cada vez, aunque se vaya a consultas continuas, se tiene que estar haciendo el trámite en cada consulta. Lo cual no sólo es engorroso y quita tiempo ante una urgencia, sino que habla de la falta de un derecho básico a la salud en cualquier momento, sobre todo ante la pandemia ya que si te contagias no hay garantía de que en el issste te atiendan y acabes yendo a un médico particular.


En el caso específico de las mujeres, no contamos con derechos como incapacidad por embarazo y guarderías o estancias infantiles. Estas cuestiones fundamentales nos limitan a la hora de decidir respecto al derecho de ser madres. Prácticamente tenemos que elegir entre la vida profesional o la vida personal, siendo que podríamos ejercer ambos roles sin problemas si contáramos con las condiciones y garantías básicas que como trabajadoras necesitamos.


Entonces, si de por sí existen carencias y faltas a nuestros derechos básicos como trabajadores de la ciencia, con un presupuesto disminuido ¿qué se puede esperar?


En la situación actual del confinamiento, se está realizando home office y no se ha cumplido con la parte del trabajo de experimentación en el laboratorio. Tampoco se ha informado en cuanto a si habrá modificación de las fechas de termino de los contratos con CONACYT. Esto es importante ya que nuestro trabajo se basa en resultados del proyecto, en resultados de los experimentos, publicaciones científicas, etc. Entonces si no podemos ir a trabajar y cumplir con la generación de resultados, hay menos probabilidad de terminar en tiempo y forma, lo que puede derivar en tener que terminar el proyecto ya sin la beca, lo que además implica más estrés a los estudiantes.


Por otro lado, cuando el posgrado o la especialización ha concluido, mucha de la oferta laboral se encuentra en el sector privado, por la misma falta de apoyo a nivel federal. Entonces las mujeres se ven obligadas una vez más a posponer su decisión de ser madres o a ocultar su estado de embarazo para poder ser contratadas. Incluso, acceder a un puesto laboral es más difícil para las mujeres que para los hombres porque ante los mismos méritos, comités, personalidades o equipos tienden a elegir a candidatos masculinos a los que, además, ofrecen mejores condiciones salariales. ¿Por qué? porque las mujeres, para ellos, representan mayores pérdidas en una empresa, al bajar la productividad cuando se embarazan, cuando lactan y están en la crianza de los hijos.


De hecho, existe un estudio el cual se tituló “el experimento del currículum”, en el que se evaluaban currículums con la misma información y solo diferían en el nombre y el sexo del solicitante y se reveló que los hombres reciben una mejor valoración que la que reciben las mujeres cuando solicitan ser admitidos en departamentos universitarios de ciencias para ocupar puestos de técnico académico o ayudante de investigador. Esa mejor valoración de los hombres es independiente de la capacidad real. El estudio reveló que ese sesgo puede tener efectos muy negativos en el desarrollo científico-profesional de las mujeres científicas.


Hablando ahora de investigadores tal cual, líderes de laboratorios de proyectos científicos, de acuerdo con la UNESCO, sólo el 28% de todos los investigadores científicos del mundo son mujeres, y en México, el 37% de todos los investigadores registrados en el Sistema Nacional de Investigadores (SNI) son mujeres. Reflejando la falta de igualdad con respecto a los hombres siendo que, en las carreras universitarias y pregrado, el número de mujeres es igual al de los hombres, pero en algún momento las mujeres nos enfrentamos a la limitación para seguir desarrollándonos a nivel profesional.


Si se sigue a este ritmo, sería hasta el 2045 cuando las mujeres podríamos alcanzar la igualdad de género en el SNI. Aún falta mucho por hacer y sobre todo invitar a las mujeres trabajadoras de la ciencia a organizarse para exigir nuestros derechos.

 
 
 

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