“Déjennos vender”, exigen mujeres artesanas
- mujerestrabajadora
- 5 mar 2022
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“Lo que nosotras estamos pidiendo es que nos den una solución para poder vender nuestras artesanías”, comenta Juana Vargas Marcos, indígena artesana, originaria del estado de Guerrero, quien se encuentra junto con otras 15 mujeres indígenas artesanas en plantón a las afueras de la catedral de Cuernavaca, Morelos, en protesta contra el gobierno municipal panista de José Luis Urióstegui Salgado, quien les prohíbe vender sus productos en el primer cuadro de la ciudad.
Sobre la banqueta, en un espacio de no más de tres metros, Juana y sus compañeras colocan sus cartulinas en las que puede leerse: “Déjanos vender porque no estamos robando. Queremos solución”. A un costado colocan unos tapetes y encima sus artesanías: pulseras, bolsas de palma, bordados, muñecas coloridas, tortilleros bordados, barro pintado. Del otro lado de la calle Hidalgo, hay una plaza con locales de venta de artesanías, un valet parking, donde de forma frecuente se estacionan las combis que trasladan a turistas nacionales y extranjeros. Unos metros más abajo, una cafetería que extendió más mesas sobre la banqueta pública con vista a la Catedral.

“Antes éramos toleradas pero ahora el Ayuntamiento nos está pidiendo un permiso, pero no tenemos permiso y no nos dejan vender. En mi caso yo vendo artesanías, por ejemplo, pulseras que son tejidas, el barro pintado, pulseras con el nombre grabado. Las demás compañeras venden blusas bordadas, bolsas bordadas, tenemos otras dos compañeras más que venden raspados, una que vende dulces típicos y otra compañera que vende bolsas de palma”, dice Juana mientras Elisabeth, su compañera, con libreta en mano pide firmas de apoyo a las personas que se detienen a ver sus artesanías.
Juana, sentada sobre un banquito, guarda sana distancia y usa su cubreboca color naranja que combina con su vestido del mismo color. “Yo soy de Guerrero, las demás compañeras vienen del Estado de México, pero en su mayoría venimos de Guerrero. Hablamos náhuatl y mixteco. Yo llegué aquí a Cuernavaca cuando tenía seis años, cuando mis papás me trajeron aquí, yo sólo pude estudiar la primaria. Salimos de donde vivíamos porque en mi pueblo no entra gente a comprar, la gente sale a trabajar y a vender”.
La pandemia afectó las ventas y los ingresos económicos de muchos locatarios, sin embargo, para Juana, las afectaciones a su economía continúan. “Ahorita con la pandemia la verdad sí nos afectó mucho. Vendíamos antes como 200 o 250 pesos diarios, pero también teníamos que pagar transporte para ir a venir, pagar comida. Yo tengo tres hijos que dependen de mí y pues la verdad es sólo con esto cómo nos mantenemos”.

Juana es la tercera generación de mujeres artesanas que desde hace décadas lucha por un espacio de venta en el primer cuadro de la ciudad. “Desde el 8 de febrero, ya va a ser un mes desde que no nos dejan vender. La última vez que fuimos a ver al director de licencias de vía pública, y la verdad sí nos atendió muy mal, de una forma muy grosera, nos dijo que no iba a haber solución para nosotras, y fue la última vez que lo fuimos a ver, desde entonces estamos aquí en plantón”.
Al preguntarle si han sido discriminada o regateados sus productos, Juana no duda en responder: “La verdad sí hemos sido discriminadas porque nunca nos atienden bien, siempre, no sé, a veces hasta se burlan de nosotras, por nuestra forma de vestirnos, o en hablar, porque casi no podemos hablar mucho el español. Hay mucha gente que no aprecia nuestro trabajo que hacemos.

Juana carga en la mano un bonche de oficios, papeles y minutas, hasta ahora ninguno de estos le ha servido para lograr su permiso. Pasaron los años y como ella, hay decenas de mujeres artesanas en la misma situación. “Nosotras decidimos organizarnos porque la verdad ya estamos cansadas de que siempre nos hacen lo mismo, cada vez que se cambia la administración del municipio, siempre pasa lo mismo con nosotras, nos quitan, nos vuelven a poner, y ya estamos cansadas de eso. Nosotras creemos que estando organizadas hemos sido más escuchadas”.
Ella y la mayoría de sus compañeras son madres, lo implica un doble o hasta triple trabajo. “Nos levantamos temprano, les preparamos la comida a nuestros hijos y en la noche lo mismo, preparamos la cena, lavamos la ropa y acomodamos un poco la casa. Es complicado”.
Juana no siente vergüenza de vestir la ropa típica de su pueblo, aunque a la gran mayoría de los cuernavacenses les parezca extraño o ridículo. “A mí me gusta hablar mi idioma, como hablo, vestirme como nos vestimos allá en el pueblo. Lo que no me gusta de Cuernavaca, pues, es la gente cómo es con nosotras, que nos discrimina”.
Las artesanas inician su protesta a las diez de la mañana hasta las seis de la tarde, todos los días, sin poder vender y sin ningún otro ingreso. Así desde hace un mes. Candidatos y ONG´s les han prometido ayudas, se toman la foto con ellas, se van y ya no regresan. “Lo que queremos es un permiso, que nos den una solución para todas mis compañeras, porque ya queremos trabajar, no queremos hacer cosas malas, nosotras la verdad ya nos acostumbramos a vender nuestras artesanías. Ahorita no tenemos recursos para comer y más que nada pedimos que nos ayuden para que nos den nuestros lugares que teníamos”.

Ante este llamado, una comisión de la Organización de Mujeres Trabajadoras de México (OMTM) acudió al plantón para solidarizarse con las mujeres artesanas. Las integrantes de la OMTM apoyan su demanda para obtener un permiso que les permita vender sus artesanías y la par, se prepara una manifestación para exponer sus demandas, atraer a más mujeres trabajadoras en la misma situación el próximo el 8 de marzo, a un mes de iniciado su plantón, y en conmemoración del Día Internacional de la Mujer Trabajadora.
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